Carajo

En vista de que todo se ha ido e irá al carajo.

sábado, 2 de julio de 2011

Poema fallido

Me estoy obligando a no fluir por las mejillas, sólo lo hago por la nariz.

Me estoy obligando a estar ausente mientras sonríes hoy y mañana.

Me estoy obligando a no toser tan fuerte porque quizá pierda mi alma.

Me estoy obligando a olvidarte ya que perderte fue la acción y recordar no es una opción.

Me estoy forzando a pensar a futuro.

Me estoy violentando cada vez más duro-.

Debe ser mi moral y su juego sucio.


Simples cál/culos


Preciso lo impreciso porque abre la puerta a ese rumbo ciego, lleno de olores y sabores. Carente de caras.
Pase ud. niño sub uno elevado a la dos mil diecisiete, multiplicado por sus padres en otros similares o hermanos, equivalente a 5 años menos de vida si ud. es menor.
Súmele la alegría de vivir, réstele la decepción de haber vivido, divídalo en recuerdos y relaciones: ahí tendrá esa cifra con sístole retorico fragmentado, multiplíquelo cada vez que pueda, remplace x, despeje y. Iguálelo a cero. Puta vida, todo lo importante da cero-.

En una de estas noches

Agustina tiene sus reservas, el pelo es como un resorte de ideas y ahora se ha sentado a mi lado a crear olores, pero no quiere probar sabores porque está lleno. Las montañas son las mejillas de Tayla que más que montañas son pequeñas cumbres con nieve. Sus ojos miran los sabores y todos prueban menos ella que se esfuerza por despejar sus palabras y una sonrisa tan cadente como una pieza de blues. .. Sube por las enredaderas del cabello de Juan, tan corto y más o menos largos los brazos al sacar su abrigo. Las flores del pantalón azul me atrapan en su simplicidad y de nuevo reconozco la noche, la luna llena, que se mueve y danza con las constelaciones malditas, sí, las mismas paganas de todos los tiempos y que han creado nuestro creer. Creer en ellas y su superioridad, supongo es, que son superiores porque aún no las podemos matar. Revolución de amor y el superhombre inexistente no vuela atómicamente ni micro atómicamente por el universo a la velocidad de la luz, en un mundo paralelo todo es relativo, el universo de Daniela, limitado a unos nano centímetros como la bacteria que podría afectarme emocionalmente. Se está alimentando de mis células multifuncionales y mortales en unidad.

Suena el roce de unas llaves y llega Daniel con pan legal para comer con manteca, no mantequilla. No hay que comprar más leche, para hacer el yogurt que dañamos, DANIEL el yogurt.

Que impreciso el roce de los cajones como el mar con la arena, no, más bien suena a despeñadero de rocas y parmesano para el pan. También para que los risos negros de Agustina estén sanos. Nada para mañana repite Daniel. Y el yogurt.

Ese es para mañana, lo leído y lo que se viene por leer, yo nunca pierdo pero tampoco gano. ¿Eso me hace perdedora? No, eso me hace una histérica, luego eso me hace pensar en mí y no me gusta: prefiero pensar en Maura. Ella es verde según los ojos de mi abuelita, mi abuelita ve distinto, no es que no vea. Mate, jaque y mate al pensamiento de estudio temprano, todas las conexiones dulces, ven, quiero compartir azúcar, miel. La máxima del cariño es comer una chocolatina mirando a los ojos que quieres ver mientras nadas en ilusiones de amor agridulce que provienen del cacao y se contaminan con leche, leche de él.


Un gallo y un gato

Un gallo, un gato y muchos colores.

De repente voces de la india, de paso por la feminidad y esa ideología femenina. Condiciones para mujeres y escenarios distintos como telón para lo que es una gran obra teatral, mi vida, mis emociones, mis palabras. Todas escritas en el guión. Detrás del guión están sus padres.

Ellos están a kilómetros de distancia, abono, adobo a un tomate que es mi corazón como error gramatical mal pintado y con ciertos límites definidos. Límites de colores y geográficos que se corren con los pensamientos e ideas de solo algunos. Algunos con fuego: el que se acerca a la candela se quema.

Me quemo porque veo mis uñas fuego, color fuego las yemas de mis dedos que arden al tocar cada letra y ésta de repente blanca aparece en mis manos, se traspasa negra al papel para contrastar el silencio y el habla. La ausencia y la presencia tan frágiles, así las letras se tornan más blancas hasta desaparecer sin embargo presentes en el ambiente se niegan desalojar mi mente y mis alas aún escondidas en omoplatos…

¿Dónde están mis alas? Pegadas en la tierra ya que mi espina dorsal no deja que vuelen, y ¿dónde están mis aletas? Abiertas cerca al corazón evitando escamarse. Al escamarse los poros se abren y se vuelven tan profundos, respiran agua, la tensión los obliga…. Y mis alas no responden pegadas a la tierra. Mis fibras hidratadas reciben ese abrazo prometedor, comprometedor, un cariño extraño que ahora extraño. Es como la ausencia de esas letras ahora transparentes que aún silentes esbozan un boceto de color.


Angora

Las tortugas no regresan; sucedió.
Un olor a incienso lúgubre mezclado con formaldehído, Angora y yo mirando a ese señor vestido como un apóstol. Que ridículo pensé.

Divagar, sólo por esta vez me levanto aciago, y me pregunto si aún flotará Angora en los días de bochorno húmedo.

El piso de madera, la casa de cristal polarizado, el corazón de piedra y helo ahí.
Fue fácil describirlo a él ¿ ó ella?, es mi tortuga, siempre mira con la nostalgia que la encarna, en ese acuario, parece ahogarse.

Mi lord, las distancias se hacen largas para una tortuga agonizante, siento la pérdida de su padre que a la vez es el mío.

Preocupada por el olor, otra vez me acuerdo de Angora, es la pérdida que en realidad me ha importado, tal vez porque yo no le interesaba a ella, cada vez que la cogía con la mente perversa de una niña de 12 años que se encuentra sola, se escondía en su caparazón.
La tuve dos semanas sin comer, no le pasó nada. Quería sacarla de la cosa verde, no pude, hasta que esa mañana en la que encontró la ventana abierta se fue volando.

Mi lord, tenía que pasar, es el orden de la existencia de cualquier ser vivo, de hecho si lo ve desde ese modo podrá darse cuenta de su resignación frente a la muerte, yo sé que vivo muriéndome.

Angora, a la que mi abuela llamaba Pandora en su senilidad, se fue volando porque no le gustaba tratar con futuros muertos que lloran a los que se murieron.

Hay Pandora, que buena tortuga fue, ¿ó era Angora?, mi lord, la nostalgia cambia el termómetro de la locura, deberías saber que querría tener mil tortugas que formaran una tortuga mayor que nos aplastara con la pata trasera, como sin importancia.

Conozco esa mirada. Lamentablemente, su mirada danza al ritmo de ese sueño soñado, ¿qué diría Morbello y Angora?.
No dicen nada, ya se murieron también. Él se volvió Morfeo y ella Pandora.