Carajo

En vista de que todo se ha ido e irá al carajo.

sábado, 2 de julio de 2011

Angora

Las tortugas no regresan; sucedió.
Un olor a incienso lúgubre mezclado con formaldehído, Angora y yo mirando a ese señor vestido como un apóstol. Que ridículo pensé.

Divagar, sólo por esta vez me levanto aciago, y me pregunto si aún flotará Angora en los días de bochorno húmedo.

El piso de madera, la casa de cristal polarizado, el corazón de piedra y helo ahí.
Fue fácil describirlo a él ¿ ó ella?, es mi tortuga, siempre mira con la nostalgia que la encarna, en ese acuario, parece ahogarse.

Mi lord, las distancias se hacen largas para una tortuga agonizante, siento la pérdida de su padre que a la vez es el mío.

Preocupada por el olor, otra vez me acuerdo de Angora, es la pérdida que en realidad me ha importado, tal vez porque yo no le interesaba a ella, cada vez que la cogía con la mente perversa de una niña de 12 años que se encuentra sola, se escondía en su caparazón.
La tuve dos semanas sin comer, no le pasó nada. Quería sacarla de la cosa verde, no pude, hasta que esa mañana en la que encontró la ventana abierta se fue volando.

Mi lord, tenía que pasar, es el orden de la existencia de cualquier ser vivo, de hecho si lo ve desde ese modo podrá darse cuenta de su resignación frente a la muerte, yo sé que vivo muriéndome.

Angora, a la que mi abuela llamaba Pandora en su senilidad, se fue volando porque no le gustaba tratar con futuros muertos que lloran a los que se murieron.

Hay Pandora, que buena tortuga fue, ¿ó era Angora?, mi lord, la nostalgia cambia el termómetro de la locura, deberías saber que querría tener mil tortugas que formaran una tortuga mayor que nos aplastara con la pata trasera, como sin importancia.

Conozco esa mirada. Lamentablemente, su mirada danza al ritmo de ese sueño soñado, ¿qué diría Morbello y Angora?.
No dicen nada, ya se murieron también. Él se volvió Morfeo y ella Pandora.


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